Dos semanas viviendo un C.D.P.

El Curso de Diseño de Permacultura – Laguar 2019
Agradecer maravillosa experiencia y tribu nacida desde ella. Será un gran placer volver a convocar al universo para que se vuelva a manifiestar, ¡Así que quien desee ya se puede inscribir para el año que viene! 😉
Agradecer también al escritor e ilustrador de este artículo y de todo el C.D.P. Igor el Celtíbero, para ver el artículo original con muchas más imágenes clickear en www.permacultorceltibero.wordpress.com

Tras dos semanas de convivencia, de compartir un espacio natural casi idílico, de aprender juntas, trabajar codo con codo y vivir de cerca las bases de la Permacultura; las compañeras que hemos realizado el Certificado de Diseño en Permacultura en Vall de Laguar regresamos a nuestros hogares y proyectos. Dos semanas intensas, dos semanas cuidando de la tierra, cuidando de la gente y compartiendo, compartiendo nuestros saberes, nuestras ganas de actuar y una energía común limpia y regeneradora.

¿Como podría explicar este hermanamiento, esta energía colectiva que se crea cuando la misión de un grupo es la misma y durante un tiempo definido y en un espacio determinado todas sus miembros se esfuerzan y cooperan para llevarla a cabo?

Como siempre que me lanzo a estas aventuras haré acopio de humildad e intentaré hacer un pequeño ejercicio de síntesis, pero espero que nadie se tome mis palabras del todo en serio, pues he de advertir de antemano que esto que voy a contar, en realidad no fue lo que pasó.

El primer día comenzó con la incorporación de los rezagados. Empezábamos a vernos las caras y poco tiempo tuvimos en el desayuno antes de que el curso diese comienzo. Y como lo primero es lo primero comenzamos por una dinámica para aprender y recordar los nombres de las compañeras. Repetiríamos este tipo de juegos durante los dos o tres primeros días, para algunas sin mucho resultado. Tanto éste como un sinfín de ejercicios y dinámicas, y… de hecho el curso por entero, fueron siempre dirigidas con naturalidad y profesionalidad por nuestro particular maestro permacultor Alessandro Ardovini, que no solo nos ha llenado con sus conocimientos, sino también con su sola presencia. Así, nada más llegar nos lanzó nuestra primera tarea extra: Diseño de la vida. Nos dice: “Apuntad estas tres preguntas y contestadlas antes del fin del curso, aunque solo sea para vosotras. ¿Dónde estas? ¿A dónde vas? ¿A donde te gustaría ir? Y se quedó tan ancho.

Una vez nos hubo introducido al trabajo que realizaríamos durante las dos próximas semanas nos dedicamos a repasar la base del por qué hacemos Permacultura (por que el mundo en que vivimos y la naturaleza que alberga padecen, y nuestra civilización, que es la causa, se irá al garete en un futuro próximo) y como la hacemos. La filosofía que ya conocemos: Cuidar de la Tierra, Cuidar de la Gente y Repartir los recursos de manera Justa; sus principio de diseño y aptitudes.

Para andar con paso firme sobre las materias que pisábamos contábamos también con los conocimientos, aptitudes y visión natural de una gran ecóloga de cuyo nombre no quiero acordarme, y no por que no se lo merezca. Pues nada hubiese sido igual sin ella.

Con todo esto y habiendo acogido al segundo regalo caído desde Italia (aparte del profe), llegamos al final del segundo día cantando y bailando al ritmo de las artistas que se camuflaban dentro del grupo y que, cada noche, hacían batir tambores, rasgar cuerdas de guitarra y elevar su canto al cielo.

Luego… a partir de la una… nos tocó dormir al ritmo (y digo ritmo por ser amable) de la verbena del pueblo de al lado.

Estos primero días nos sirvieron también para hacer las pruebas de horarios y para repartirnos ciertas tareas de mantenimiento y limpieza. Hecho esto. Pudimos lanzarnos de lleno a estudiar las claves para un buen diseño y los procesos de análisis; la primera y más importante de las etapas: la observación.

Fuimos introducidas pues a los análisis de fincas y proyectos según zonas y sectores, aprendiendo sobre la importancia del entorno y a dividir nuestro marco de actuación, a reconocer patrones, microclimas y recursos naturales que incluir en nuestros diseños de forma eficiente y armónica. Y profundizamos en dos temas básico en Permacultura: el agua y el suelo; para saber como captar cada gota de agua con el fin de poder así regenerar cada palmo de suelo.

Avanzábamos en materia y los días pasaban veloces sin dejarnos mucho tiempo para salirnos del guion. No obstante, lo hacíamos cuando podíamos, pues dentro del horario, o de la norma, todo fluía con tal naturalidad que nos sentíamos completamente libres; libres para comer un poco más tarde, libres para pasear, bañarnos en la piscina o llegar a clase tiempo después de que hubiesen aullado los lobos. Cuando el cuidar de las personas es la máxima de un grupo, no hay fuerza que lo pueda quebrantar.

Mucho menos cuando el grupo esta tan bien alimentado. La comida vegana no solo nos nutrió, también nos unió entre nosotras y nos recordó que la clave de la salud consiste en respetar y honrar aquello que se come. Un abrazo fuerte a nuestro chef y mil gracias a todo el equipo que en la cocina volcó cada día todo su amor a la olla.

 

Unidas, no solo por la convivencia sino también por el proceso de aprendizaje, durante el cual y paralelo a las clases, debíamos elaborar dos diseños: uno individual y otro en grupo. Surgieron cuatro diseños grupales durante el curso y sus diseñadoras tuvieron que “pluriemplearse” para poder llevarlos a término. Lo hicieron, no obstante, con unas ganas e ilusión tales que, en llegado el Domingo, nuestro día de descanso, hubieron quienes se desplazaron a los cercanos proyectos para hacer la observación “in situ” del espacio a diseñar.

Otras, sin embargo, nos fuimos a bailar a las fiestas del pueblo.

La segunda semana arrancó hablando de bosques. En general de muchas cosas… ¿en particular? Pues que hacen falta muchos más y que para ello debemos de incluirlos en los espacios que diseñemos. Conocimos el metadiseño de “La Rueda EsEmCueM” de Alessandro, en la que espíritu, emoción, cuerpo y mente se unen para diseñar, trabajar y celebrar la vida. Vidas distintas las de cada una y con proyectos individuales que nos tocó presentar ante las demás compañeras. Desde aquí os animo a todas a llevarlos a cabo, pues son cada uno una pequeña semilla destinada a transformar nuestro entorno. Y… creedme… ¡Podemos hacerlo!

Recordando también que la Permacultura no consiste únicamente en plantar árboles y sembrar lechuga; sino que es también un modelo para la construcción de una sociedad formada por personas sanas y felices. Felicidad que perseguimos por todos los medios y para la cual nos formamos en áreas como la economía, en la que entendemos que le capital financiero no es más que uno de tantos otros tipos de capital; la Comunicación No Violenta, que nos ayuda a reconocer nuestras necesidades y a saber expresarlas; el diseño de comunidades, un ejercicio difícil pero necesario, pues nuestro futuro pasa por que seamos capaces de convivir en grupos en los que no siempre todo será de nuestro agrado; o el acceso a la tierra y la vivienda, para aprender qué mecanismos sociales y legales tenemos a nuestro alcance a la hora de perseguir nuestros derechos más básicos.

Todos estos saberes, cada campo, cada tema, incluso cada concepto, llenarían bibliotecas enteras y, analizándolos desde la experiencia de cada cual, darían para semanas de debate. Un mango es una fruta exótica y que a todas nos gusta, pero que no necesitamos exprimir. Sin duda lo mejor aprendido es que aún nos queda mucho por aprender.

¡Y por experimentar! Y que bien que a la hora de experimentar contábamos con la presencia de nuestro anfitrión y gran permacultor Jesus Ledesma, quien nos guió a través de una serie de fantásticas y divertidas prácticas mediante las cuales poder ponernos manos a la obra para empaparnos (y hasta embadurnarnos) del conocimiento práctico y las habilidades físicas; la parte esencial de todo esto.

Así, todas nos volvemos a casa sabiendo preparar un buen bocashi con el que abonar y regenerar nuestros suelos; o con el truquillo de pildorizar nuestras semillas en bolitas de Nendo-Dango con las que aumentar nuestra capacidad de siembra; o sabiendo reconocer alguna que otra planta mediterránea más; o habiendo aprendido tanto sobre microorganismos regenerativos, para cosecharlos, reproducirlos e integrarlos en nuestros huertos, en nuestros hogares, en nuestra dieta… de una forma tan vívida y cercana que pareciese que pudiésemos contemplarlos a simple vista al agarrar un puñado de tierra o suspendidos en la kombucha.

 

Hemos aprendido de nuevo a amar lo microscópico, lo pequeño, lo sutil. Lo sabemos ahora más que nunca, ya sea en forma de micelio que bajo el suelo crece, ya sea en forma de una mirada sonriente que nos transmite paz, es la conexión de todas las pequeñas cosas lo que crea toda la grandeza de que a cada segundo nos vemos rodeadas.

Han sido dos grandes, pero que muy grandes semanas conformadas de pequeños momentos. Incluso nuestra actuación final, el momento más esperado, la exposición de los proyectos grupales, una vez se hubo pasado, ya no parecía tan importante. Todas habíamos trabajado duro, aplicando todo lo aprendido, respetando a la naturaleza por encima de todo, luchando contra nuestros egos para trabajar en equipo, logrando que un grupo que coopera funcionase como un todo. Enfrentar estas dificultades, que no eran límites físicos o mensurables sino que provenían de nuestras propias emociones, por el bien de todas, ha sido un reto que hemos superado con éxito. No sin atravesar momentos de frustración, rechazo, y otras tantas emociones difíciles ante las cuales estuvimos a punto de tirar la toalla. Gracias a haber trabajado esa parte dentro de nosotras mismas, ahora estamos más capacitadas para cooperar entre nosotras en lugar de competir. Matricula de honor hermanas. La que sería nuestra última noche juntas, la noche de talentos, en la que todas teníamos que aportar un regalo inmaterial al resto, la iniciaron, como no podía ser de otra forma, las niñas. Fue la despedida ideal para una quincena en la que en todo momento éramos bendecidos por la cándida energía infantil de los vástagos que corrían a nuestro alrededor. Gracias a las cuidadoras que velaron durante todo el encuentro por salvaguardar esta energía tan pura; el curso no hubiese sido tan bonito sin ella.

 

En la última noche nos dedicamos a “sembradanzar”. ¿Que qué es esto? Pues su nombre lo dice bien claro ¿no? Un nuevo método de siembra. Un momento en el que no solo sombramos las bolitas Nendo-Dango que habíamos elaborado días antes, sino en que también sembramos alegría. Aquella noche sembramos sentimientos, sembramos carácter, sembramos diversión, sembramos desvergüenza, sembramos propósitos, sembramos risas, sembramos baile y, sobretodo, sembramos música. Sembramos las semillas de un profundo amor, con el que hemos regresado a nuestros hogares y de cuyos frutos no tardaremos en vernos colmados.

Estamos aquí y ahora.

Vamos a donde nos quiera llevar nuestro paso firme.

Y apuesto que, nos gustaría llegar a algún lugar fresco y verde, en donde volvamos a encontrarnos.

Estas dos semanas de verano y Permacultura vividas en el Vall de Laguar han dado para mucho. Estas dos semanas han dado para tanto que, como ya os dije, podría decirse que todo cuanto os acabo de contar en verdad no ha ocurrido. Las que lo hemos vivido lo sabemos bien, y en nuestros corazones quedará para siempre; pues lo que ha ocurrido en estas dos semanas, en realidad, ha sido todo lo que no he contado.

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